Todos escuchamos hablar de la infancia como una época alegre y sin preocupaciones. Tal vez para algunos lo sea, pero la dramática realidad es que, para muchos chicos, su infancia es un verdadero infierno.
El suicidio infantil (menores de 15), que hasta hace no mucho tiempo se consideraba una rareza ya que, según se decía, los chicos no tienen idea la de muerte, para nuestra sorpresa y desconcierto, mata en Argentina a más de 40 niños cada año (datos del Ministerio de Salud).
Como si esto no fuera suficientemente grave, diversos estudios muestran que el maltrato infantil que se da principalmente en la escuela y en los hogares puede generar trastornos que trascienden esa edad y condenan a quienes lo sufren a un mayor riesgo de padecer ansiedad, depresión, abuso de sustancias, conductas de riesgo, pensamientos suicidas y suicidio durante toda su vida.
Mientras todo esto sucede los adultos permanecemos indiferentes o paralizados. Los docentes responsabilizamos a las familias, las familias responsabilizan a los docentes y entre todos responsabilizamos a la sociedad o a la época que nos toca vivir, como si no fuéramos nosotros mismos los que marcamos nuestra época y conformamos nuestra sociedad.
El caso de Charlie, un niño francés de 7 años que cobró notoriedad por la difusión en las redes de su dramático pedido de auxilio, nos muestra claramente la profundidad del problema, pero también el camino que debemos adoptar como comunidad para hacernos cargo.
Charlie tendrá más oportunidades de superar el drama que le tocó vivir porque hubo alguien que lo escuchó, alguien que denunció lo que sufría y, presumiblemente, habrá alguien que desde la escuela y la familia se ocupe de la tarea educativa necesaria.
Escuchar es siempre el primer paso. Los chicos que padecen malos tratos en su casa o en la escuela sufren doblemente por enfrentar su drama en soledad y porque nadie escucha sus pedidos de auxilio. En el caso de Charlie su discurso fue muy claro, tanto al contar lo que le estaba pasando como al mostrar lo que estos hechos le producían; incluso confesó sin lugar a dudas sus deseos suicidas. Otros chicos pueden mostrarse más callados o ambiguos, pero todos muestran de algún modo que algo les pasa; solo es cuestión de prestar atención, generar confianza y transmitirles seguridad. Escuchar ya es una ayuda importantísima porque, a partir del momento en que es escuchado, el chico puede sentir que no está solo, pero es mucho más lo que podemos hacer.
Para que entre todos podamos ocuparnos del maltrato infantil es necesario que lo podamos ver. Cuando un niño es maltratado, debemos denunciar el hecho para que las personas que son responsables de cuidarlo sepan lo que está pasando y para que quienes ya lo sabían no puedan seguir haciéndose los distraídos.
Sin embargo, el verdadero cambio para evitar el maltrato infantil es la educación. Las familias son responsables primarios en la educación de los chicos, y solo subsidiariamente delegan esta responsabilidad en la escuela. Escuela y familias deberían dejar de acusarse y trabajar mancomunadamente para resolver el problema del maltrato infantil enseñando a nuestros chicos formas más armónicas de relacionarse, y apoyándose mutuamente para superar los problemas que cada una de estas instituciones tiene.
Es una pena que el caso de Charlie haya tenido que virilizarse en las redes para que las familias y la escuela se dispusieran al dialogo, pero aun así es un ejemplo de lo que se puede hacer.
El cambio que tenemos por delante es de proporciones inmensas, pero nuestros chicos y el futuro de nuestras comunidades merecen nuestro esfuerzo y nuestro compromiso.
Si usted es testigo de un caso de maltrato infantil en la escuela o en el hogar no dude en denunciarlo al 0800 222 1197 Línea de convivencia escolar.
Y si se siente personalmente afectado o preocupado por un amigo o familiar a raíz de un caso así, puede además llamar a nuestra línea de asistencia al suicida.
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Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.