Muchas veces pasamos por situaciones penosas de variada intensidad, sobreponerse a las más leves suele ser relativamente fácil, pero nos encontramos con un panorama muy diferente si lo que estamos pasando nos provoca un dolor emocional tan grande que nos resulta casi insoportable.
Este dolor intenso puede ir acompañado de angustia, falta de apetito, no tener ganas de salir de la cama, desesperación, etc. Tocamos fondo. Más abajo no podemos caer con lo cual tenemos aseguradas dos cosas:
1) no nos va a dejar de doler tan rápidamente y
2) va a pasar.
Cuando se está en el pozo, mucho no nos consuela el “va a pasar”, sobre todo por tener que aguantar ese sufrimiento tan intenso que puede hasta quitarnos las ganas de vivir; ya sea desde el desear morir, el tener ideación suicida e incluso intentos de suicidio.
Si el sufrimiento está asegurado, ¿qué podemos hacer mientras tanto? Aprender. Sí, aprender. Las crisis nos ponen a prueba y nos dan la oportunidad para crecer como personas.
El tránsito por una crisis es algo muy personal y a cada persona le aportará algo distinto. A continuación se señalan algunas cosas que podemos aprender cuando tocamos fondo y pueden ayudarnos a salir a flote.
Vivir el dolor en carne propia puede hacernos entender el dolor del otro, es decir, empatizar. Es muy probable que en algún momento algún allegado haya pasado por una situación así y no lo hayamos podido acompañar porque no supimos cómo hacerlo o porque no quisimos hacerlo. Entonces, podemos dedicarnos un momento a pensar en nuestras actitudes o formas de comunicarnos con otros cuando estuvieron en una situación similar a la que estamos atravesando, tal vez los juzgamos o no les tuvimos paciencia y eso ahora es aprendizaje para el futuro.
Entenderemos también porqué los consejos más frecuentes, del estilo: “salí, no te quedes encerrado” o “distraete” son ineficaces. Muchas veces la angustia no nos deja concentrarnos u olvidarnos por un momento de la fuente de nuestro sufrimiento. Entonces, ¿son malos consejos? No, pero en un momento así son ineficaces y seguramente no sea la mejor estrategia a implementar; simplemente escuchar tal vez sea mucho más valioso.
No aislarse. Un recurso para valorar y usar es rodearse de amigos, familiares, conocidos, de todas las personas que necesitemos. Es reconfortante recibir el amor de aquellas personas que nos aprecian, no hay que reparar en pensamientos del estilo “tal vez molesto”, seguramente estas personas estarán complacidas de saber que contás con ellas en momentos así y harán lo posible para acompañarte. A su vez, hablar del tema tiene un efecto sanador, ya que permite liberarnos de emociones y a la vez nos ayudará a ir aceptando lo ocurrido.
Reflexionar sobre nosotros mismos. Hacer un trabajo introspectivo puede ayudarnos a evaluar actitudes y formas de pensar que tuvimos, y ver si hay algo que queremos cambiar o reforzar de nuestra personalidad y de la manera de conducirnos en la vida; pero es importante que esto realmente se haga para estar bien con uno mismo y no para complacer a otros.
Valorar las cosas positivas. Siempre puede rescatarse algo positivo incluso de lo que nos causó dolor; también podemos tomarnos un momento, pararnos en el presente, ver a nuestro alrededor y agradecer lo que tenemos.
Finalmente, saldremos fortalecidos. Tocar fondo nos hace ver lo efímero de las cosas, que la felicidad no está asegurada y que puede ser que volvamos a pasar por una crisis; la diferencia radicará en que vamos a contar con aprendizajes que nos posibilitaran manejarla de otra manera para que la caída no sea tan estrepitosa. Por eso hay que aprovechar los buenos momentos al máximo y sin temor. La vida es así, a veces las cosas no salen como queremos, ¡pero todo es una cuestión de actitud!
Si usted se encuentra en una situación de crisis y necesita hablar con alguien, comuníquese con nuestra Línea de Asistencia al Suicida.
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.