El drama de quienes se sienten obligados a ocultar lo que son
Nos gusta pensar que vivimos en un mundo más libre en el que las personas pueden mostrarse como son sin temor a ser rechazadas o discriminadas por sus ideas, religión, orientación sexual o identidad de género; y en cierta medida esto es así. Gracias a la lucha de diversas minorías por ser reconocidas el camino está más allanado y resulta más fácil para las personas que se sienten diferentes al común aceptarse y ser aceptadas en su verdadera identidad, y para todos nosotros reconocer la diversidad como un valor que enriquece nuestras comunidades.
Sin embargo, lo que falta por recorrer es enorme.
Es cierto que las manifestaciones más burdas de discriminación como expulsar a alguien de un determinado grupo por ser distinto al común en algún aspecto o los comentarios hostiles abiertos y públicos hoy son menos frecuentes. Y esto es así en parte como resultado de las regulaciones legales y el accionar de la justicia en defensa de los derechos de las minorías, pero, fundamentalmente, por la conciencia individual del valor de la diversidad, el respeto a las minorías y el repudio social a estos actos discriminatorios. Sin embargo, aún falta avanzar sobre la parte más profunda del problema, la que no resulta tan visible pero genera tanto o más sufrimiento que la discriminación explícita: Esos pequeños actos de discriminación sutil que se traducen en chistes, comentarios al pasar o incluso gestos y que, en general, no están dirigidos a una persona en particular sino a un grupo que exhibe una determinada condición.
Esta discriminación sutil e indefinida puede parecer inofensiva pero es el origen de la peor forma de discriminación: logra que muchas personas se auto discriminen y auto censuren la expresión de quienes son para evitar el rechazo del grupo. La negación continua y permanente de aspectos importantes de la propia personalidad genera conflictos internos difíciles de gestionar que en muchos casos pueden llevar a pensamientos suicidas.
Recientemente, Dan Palmer, un jugador de rugby australiano, publicó una carta valiente y conmovedora que ilustra el padecimiento de quienes perciben el rechazo de sus grupos de pertenencia y se ven obligados a ocultar su propia identidad. Ver informe en Infobae.
Dan pudo encontrar la manera de escapar a la trampa conceptual que lo llevó a negarse a sí mismo durante tanto tiempo pero, lamentablemente, no todos lo logran. De hecho, los conflictos por el reconocimiento de la orientación sexual o la identidad de género siguen siendo un motivo frecuente de consulta en personas con pensamientos suicidas. La carta de Dan tiene un inmenso valor en dos aspectos: Para las personas que aún no logran aceptarse a sí mismas es un permiso: Les dice que pueden hacerlo y que este es el camino para estar mejor. Y para todos nosotros es una invitación a revisar pequeños gestos que, aunque nos parezcan mínimos, pueden provocar sufrimiento y bloquear el proceso de auto reconocimiento en algunas personas.
Si Usted o un familiar o allegado suyo sufre por conflictos en el reconocimiento de su sexualidad o cualquier otra condición y siente que necesita ayuda no dude en llamar a nuestra Línea de Asistencia al Suicida.
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.
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