Los padres ya conocemos algunos de los riesgos que implica el uso de Internet y las redes sociales; y los medios de comunicación muchas veces nos alertan sobre situaciones concretas en las que niños, adolescentes y también adultos se ven involucrados. Desde contenidos inadecuados y pornografía, hasta pedofilia, abusos, violaciones y trata de personas, se pueden originar en Internet.
Recientemente apareció (aparentemente en Rusia) una nueva forma en que personas inescrupulosas pueden llevar a niños y adolescentes a situaciones límite e incluso al suicidio. El “juego” se llama “La ballena azul” y ya se está virilizando en nuestra región como informan varios medios:
La Capital de Mar del Plata: “Preocupación por llegada al país del juego mortal ‘La Ballena Azul’”
Son muchas las formas que tienen estos depravados para impulsar a los jóvenes a conductas peligrosas valiéndose del anonimato que le brindan las redes sociales y utilizando perfiles falsos. Van desde la seducción hasta la extorsión utilizando material íntimo provisto por la víctima o robado, y finalmente el agotamiento psicológico.
Hoy los adolescentes y los niños disponen de medios para conectarse a Internet a edades cada vez más tempranas. No sólo mediante su computadora sino en casa de sus amigos o con un teléfono celular. Y generan perfiles de Facebook, Instagram y otras redes interactuando con personas que, por la diferencia de edad podrían manipularlos fácilmente.
Existen varias medidas que pueden tomar los padres para que el acceso a Internet de sus hijos sea paulatino y controlado, como la restricción horaria, el control del historial, el uso de filtros de contenido y los acuerdos para compartir claves hasta que los chicos aprendan a advertir los peligros de las redes sociales. Pero la protección más efectiva que podemos brindar los padres, como siempre, es el diálogo. Un diálogo franco, poniendo límites pero sin juzgar ni criticar; un diálogo basado en la escucha, en el respeto y el amor; teniendo en cuenta que nuestro principal objetivo siempre debe ser generar un vínculo de confianza para que recurran a nosotros cuando necesiten ayuda. El diálogo, la cercanía y la presencia amorosa son el mejor cuidado que les podemos brindar.
Siempre es bueno hablar de estos temas sin generar alarma pero advirtiendo sobre los peligros y explicando claramente las medidas necesarias para prevenirlos. Básicamente no confiar en promesas de personas a quienes no conocemos, no revelar datos, no compartir materiales íntimos, ni siquiera con personas que merecen confianza porque siempre existe el riesgo de que ese material se filtre y se difunda, hablar con los padres sobre posibles situaciones peligrosas y, sobre todo, si se sienten involucrados en situaciones de extorsión, no prestarse a ese juego que siempre irá en aumento y buscar ayuda.
Desde el Centro de Asistencia al Suicida ponemos a disposición de los jóvenes afectados por estas prácticas y de los padres preocupados por situaciones de sus hijos nuestra línea de prevención del suicidio 135, donde siempre encontrarán escucha atenta, personal, confidencial y anónima, y recomendamos buscar ayuda para que juntos y en comunidad podamos luchar contra este flagelo.
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.