La adolescencia es una etapa conflictiva para todas las personas y los índices de suicidio así lo señalan. Sin embargo todo indica que para gays y lesbianas transitar esta etapa es aún más difícil.
Diversos estudios muestran que los índices de intento de suicidio y de suicidio consumado son mucho más altos para adolescentes homosexuales que para sus pares heterosexuales.
Estos mismos estudios muestran que en los casos de intento de suicidio que involucran a jóvenes homosexuales son comunes el rechazo por parte de los padres y el acoso escolar. Ambos problemas también son mucho más frecuentes en adolescentes homosexuales.
Esto indica claramente que no es la homosexualidad en sí misma lo que explica el incremento en los índices de suicidio sino el rechazo y el acoso por parte de familiares, compañeros y la sociedad en general; lo que llamamos cultura homofóbica.
En las últimas décadas, la comunidad homosexual fue ganando terreno en el reconocimiento de sus derechos, también ganó visibilidad y un mayor grado de aceptación por parte de la sociedad. Sin embargo, es mucho el camino que aún falta recorrer. Los cambios culturales suelen ser mucho más lentos que los cambios en la legislación, pero promover un cambio cultural hacia un mayor nivel de tolerancia e inclusión es urgente, porque la cultura homofóbica nos está costando muchas vidas.
La cultura homofóbica se basa en la creencia de que la homosexualidad es algún tipo de perversión antinatural por lo que los homosexuales son inferiores, indignos y merecen nuestro desprecio, algunas veces esta creencia se expresa abiertamente, otras con eufemismos y palabras “políticamente correctas” y en la mayoría de los casos ni siquiera se expresa con palabras, permanece como un sentimiento silencioso que surge en gestos, comentarios y chistes.
No somos “culpables” de la cultura que heredamos, pero sí somos responsables de lo que hagamos para cambiarla. Denunciar y repudiar las expresiones de homofobia es importante, pero no alcanza y hasta en algún caso podría resultar contraproducente por generar actitudes de “defensa”. Un cambio cultural para que sea efectivo tiene que estar basado en el diálogo, la inclusión y la educación.
La cultura homofóbica está mucho más extendida de lo que podemos creer a simple vista. Todos tenemos algún prejuicio al respecto, incluso los homosexuales, que muchas veces crecen despreciando su propia condición (en algunos casos llegando al suicidio). El cambio tiene que comenzar por la propia reflexión.
Si realmente queremos una sociedad tolerante e inclusiva debemos estar abiertos a escuchar, comprender y aceptar otras maneras de estar en el mundo. Y a partir de allí asumir los roles que nos toquen en la sociedad dejando a un lado la homofobia, especialmente en los roles de padres y docentes. Nuestros hijos y alumnos necesitan y merecen que los queramos como son, y no como nos hubiese gustado que fueran, necesitan de una familia que les brinde amor incondicional y de una escuela donde sean queridos y respetados tal como son.
Como todos, necesitan sentir que pertenecen.
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