top of page

El poder de la palabra en la asistencia al suicida


Reflexiones de un voluntario anónimo del centro de asistencia al suicida

Las palabras aún hoy me resultan un misterio, el empleo de las mismas siempre conlleva un grado de frustración acorde con mi capacidad de reubicarlas y reinsertarlas en distintos ámbitos. Ante cualquier duda siempre trato de remitirme al diccionario de la Real Academia Española, más ahora que- internet mediante- las respuestas están a la vuelta de un clikeo y a la orden de los bytes. Además, estoy convencido de su poder, no en vano un gran lingüista como Émile Benveniste[1] afirmaba que: “es a través del lenguaje que el hombre se constituye como sujeto, porque el solo lenguaje funda realidad”.

Y el lenguaje funda la realidad de quienes llaman a nuestra Lìnea 135 de asistencia a personas en situación de crisis.

La palabra es la base sustentadora de nuestra actividad en el Centro de Asistencia al Suicida, ya que gracias a su capacidad significativa podemos entrar en sintonía, en contacto directo con aquellas personas que llaman buscando una respuesta, una orientación, un consuelo, a veces sencillamente ser escuchados.

Establecida la empatía entre quien llama y quien atiende, las palabras resuenan, se hacen eco de otras y se entabla un diálogo, un lazo de encuentro puntual pero profundo, a veces prolongado y otras con la fugacidad de un rayo. El valor que desde el voluntariado le podamos asignar, no sólo dependerá de la situación comunicacional, ni de la entonación, ni de la calidad vocal, ni de los silencios que tantas veces ayudan, sino que bastará con que en el canal establecido con el otro vivamos el grado de emoción necesaria para el encuentro.

Sin embargo, percibo que en los distintos medios en los cuales interactúo, algo de ellas, de las palabras, se está ausentando, y en muchos medios son reemplazadas por los “emoticones”, caritas sonrientes, tristes, con lágrimas, enojadas, palmas de manos, corazoncitos rojos, pulgares arriba, copitas de champagne, etc. La confluencia de dos palabras, emoción más ícono (imagen) derivaría en este acrónimo llamado “emoticón”. Por lo tanto, se presupone que cada vez que los usamos estarían implicadas nuestras emociones, con el plus de que son rápidos, se multiplican y no requieren de explicaciones, ni del emisor ni del receptor; toda una simbología aséptica no apta para el reclamo y mucho menos para su garantía de veracidad. Por otro lado, el emoticón nos resuelve salir airosos del lado tóxico del otro, en donde nuestra capacidad de respuesta no se vea afrentada.

Mientras tanto, la palabra hablada es irremplazable en el campo de la atención contenedora, no sólo por su carga emotiva sino por su efecto reparador como acto resonador de nuestra lengua madre. Y es así como en la Línea de Asistencia al Suicida hay alguien con afecto y capacitado para escuchar las palabras, aquellas que expresan los sentimientos, el enojo, el dolor, la tristeza, la alegría, la frustración … y no hay emoticones que mediatizan las emociones. El que llama sabe que hay una persona dispuesta para la ayuda que lo recibirá con tiempo, que no lo apurará, y que le responderá en ese momento, sin estar limitado a expresarse con un dibujito que en algún momento pueda ser visto por alguien en un mensaje.

Es indudable que internet ha revolucionado las redes sociales y es la gran herramienta comunicacional del presente, en la cual nuevos códigos (como los emoticones) han captado la atención de todos nosotros y poco a poco están reemplazando a la lengua (la madre de los códigos).

Sin duda las palabras seguirán ahí, en algún recodo de nuestra conciencia, jugando y relacionando mundos ficcionales y de la propia realidad. Sólo dependerá de nosotros prestarnos o no a su juego.

Y sin duda el caudal de llamados que el Centro de Asistencia al Suicida en su Línea Gratuita 135 recibe a lo largo del año, confirma una y otra vez en cada una de esas comunicaciones que el poder de la palabra no se reemplaza. La posibilidad de expresión, de decir con palabras de un lado de la Línea y la posibilidad de escuchar, contener, abrazar, orientar, calmar también con palabras desde el otro lado nos ponen en situación de sostener y seguir creciendo en este servicio.

Porque siempre las personas necesitaremos de ese contacto exclusivamente humano donde las palabras nos posibilitan expresarnos cuando estamos viviendo situaciones de la vida que nos remiten a las emociones más profundas.

[1] Émile Benveniste. (Alepo, 1902 - París, 1976) Lingüista francés. Su obra, centrada en la indoeuropeística y en la sintaxis general, es una de las más fértiles de la escuela lingüística francesa, cuyos resultados fructificaron en una teoría de la enunciación en el marco del estructuralismo.

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente son posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicidio y sí publican bajo responsabilidad exclusiva de sus autores.


bottom of page