El acto suicida suele tener un fuerte impacto social y toma un tinte especialmente dramático cuando se trata de personas jóvenes, donde se lamenta que alguien con toda la vida por delante tomara esa decisión. Sin embargo, en el caso de los suicidios de ancianos éstos pasan prácticamente desapercibidos, a pesar de que en esta edad frecuentemente se alcanza la consumación.
Lo importante es tener en cuenta que en cualquier caso la muerte prematura de una persona debe despertar nuestro interés ya que pudo prevenirse y evitarse.
Si bien el suicidio es multicausal, en las personas de esta franja etaria (mayores de 65 años), existen ciertos factores de riesgo que valen la pena mencionar:
En primer lugar no suelen expresar claramente tener ideas suicidas, dificultando la detección de las mismas para las personas de su entorno, muchas veces éstas se expresan con despedidas extrañas en alguna visita o en el interés de realizar un testamento, por ejemplo.
También ocurre que el estado de ánimo triste e irritable se asocia a la vejez y no tanto a la presencia de un trastorno mental como la depresión, lo que lleva a una falta de diagnóstico y por lo tanto también de tratamiento, lo que incrementa el riesgo suicida.
Muchas veces el acto suicida en sí no es llevado a cabo con métodos directos, en ocasiones se niegan a alimentarse y recibir atención médica, en lo que se llama un “suicidio silencioso”.
Otra cuestión relevante es la jubilación o el retiro de las actividades laborales, muchas veces lleva aparejada la perplejidad ante el nuevo tiempo disponible y la incertidumbre sobre qué hacer con el mismo. A su vez, se encuentran ante la necesidad de pasar por un duelo por la pérdida del status que da el trabajar, así como también la de superar los sentimientos de inutilidad que muchas veces esto genera.
Por otro lado, la vejez frecuentemente es acompañada por soledad. Es muy común que tengan que pasar por el duelo de la muerte de seres queridos tales como amigos o la pareja, esto se suma a que si no tienen familiares que se ocupen de ellos, puede ocurrir que los sentimientos de tristeza y soledad se intensifiquen y aparezcan ideas suicidas.
Finalmente, durante esta etapa de la vida los problemas físicos o enfermedades se hacen fuertemente presentes y también pueden contribuir a que emerjan sentimientos de desesperanza.
¿Cómo prevenirlo?
Lo más importante es contar con una buena red de contención, tener amigos y familiares cercanos que estén dispuestos a escuchar activamente a la persona desde la comprensión, el cariño y el cuidado. Esto implica no solo escuchar las penurias, sino también compartir cosas de la vida diaria que podrían favorecer que se genere un ambiente positivo y feliz.
Otra cuestión importante sería participar de actividades sociales. Ocupar el tiempo disponible y compartirlo con otras personas produciría efectos positivos, así como también la integración social favorece a los sentimientos de utilidad y reconocimiento social.
Finalmente, si vemos a la vejez simplemente como otra etapa de la vida y logramos aceptarla desde el lado positivo, viendo todas las enseñanzas, recuerdos y herramientas que nos dio el paso del tiempo, expectantes de que nos deparara el futuro contribuyendo activamente a la realización de nuevos proyectos que nos hagan felices, seguramente tendremos una mejor calidad de vida.
Si usted está pasando por una situación de crisis y quiere hablar sobre eso no dude en llamar a nuestra línea de asistencia al suicida.
Fuentes:
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.