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El suicidio desde la filosofía de lo absurdo


Homenaje a Albert Camus en el 105 aniversario de su natalicio

Y cuando la noche está nublada todavía hay una luz que brilla sobre mí …debe haber una respuesta

…debe haber

Paul McCartney

El suicidio siempre ha sido tabú también para filósofos y pensadores; prueba de ello es lo poco que se ha escrito sobre el tema. Por supuesto hay excepciones.

En 1962 Albert Camus publicó su ensayo filosófico El mito de Sísifo titulado así en alusión al mito clásico en el que un mortal es condenado por los dioses a realizar un trabajo inútil.

Camus toma la condición de Sísifo como un símbolo de lo absurdo, sin embargo, para el autor lo absurdo es un concepto mucho más cotidiano:

“La sensación de lo absurdo está a la vuelta de cualquier esquina y puede sentirla cualquier hombre. Como tal, en su desnudez, en su luz sin brillo, es inasible…”.

No se refiere a un concepto filosófico complejo, sino a lo que todos podemos sentir:

“Suele suceder que los decorados se derrumben. Levantarse, coger el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la cena, el sueño, lunes, martes, miércoles…Pero un día surge el ‘por qué’...”.

El sentimiento de lo absurdo no solo es cotidiano sino universal; de hecho, en su ensayo, Camus recorre expresiones de lo absurdo que han quedado registradas en la literatura y la filosofía desde tiempos inmemoriales. Pero no es algo trivial, ya que, a decir del autor, lo absurdo pone al hombre frente al único problema filosófico verdaderamente importante: el suicidio.

“...si el mundo tiene tres dimensiones o si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación, se trata de juegos. Primero hay que responder… si la vida vale o no vale la pena de vivirla.”

En su búsqueda bibliográfica Camus encontró que la situación de un hombre que se enfrenta a lo absurdo de su vida no es excepcional, sino frecuente. Historias que fueron recogidas por la mitología griega no solo en el mito de Sísifo, sino en muchos otros como el mito de Prometeo o el de Edipo, que recorrieron toda la historia de occidente y que se actualizan en el pensamiento existencialista.

Muchos cuestionaron el mensaje de El mito de Sísifo por considerarlo desesperanzador; nada más alejado de la realidad; Camus era un vitalista, él no propone el absurdo, solo nos muestra una realidad preexistente; sin embargo, frente a las preguntas que formula con tanta crudeza, toda esperanza exige respuestas.

La respuesta más frecuente a lo absurdo es la negación, y para ello es necesario encontrar, o al menos buscar, un sentido a la existencia humana. Muchos han escrito sobre esto antes y después. Cuatro años luego de la publicación de El mito de Sísifo Viktor Frankl publica en forma independiente El hombre en busca de sentido. Ambas obras parecieran la contracara una de otra, una sobre lo absurdo y otra sobre el sentido de la existencia, y sin embargo se complementan. Camus sabía que la búsqueda de sentido podría ser para muchos una respuesta adecuada a lo que él definió como único problema filosófico verdaderamente importante: determinar si la vida vale la pena ser vivida o si no. Sin embargo, y como también reconoce Frankl, hay circunstancias en que el sentido de la existencia resulta difícil de encontrar. ¿No hay, entonces otra respuesta? ¿Lo absurdo impone la muerte? O dicho en otras palabras: ¿Es el suicidio la única salida para quien no encuentra sentido a su existencia?

Camus vuelve a Sísifo y a su absurda tarea de empujar un enorme peñasco hasta la cima de una montaña para luego dejarlo caer y repetir el ciclo infinitas veces. Pero Sísifo no piensa en el suicidio sino en reemprender su tarea. Tampoco piensa en el suicidio Edipo, luego de su rapto de locura en el que se quitó la vista “pero no la vida” al descubrir el absurdo en su propia existencia. En lugar de eso, tomó la mano de la única persona que le quedaba en el mundo y dijo: “juzgo que todo está bien”. Hay que imaginarse cierta dicha en esta insubordinación desafiante a lo absurdo, cierto heroísmo y un aire de victoria por no haber claudicado a la sinrazón. Y, aunque Camus no lo admita, hay cierta lógica o sentido, cierta esperanza que, sin pretenderlo, surge al afrontar lo absurdo. Podemos también nosotros imaginarnos a Sísifo juzgando que todo está bien mientras vence a lo absurdo una y otra vez. Podemos como Camus imaginarlo feliz, porque “la felicidad y lo absurdo son hijos de la misma tierra”.

Si Usted siente que necesita hablar de estos temas porque de algún modo están afectando su propia vida, no dude en llamar a nuestra línea de asistencia al suicida.

 

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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