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¿Pueden las redes sociales incitar al suicidio?


Nos gustan las redes sociales porque nos acercan contenidos interesantes. Pero, ¿cómo hacen Instagram, Facebook o Twitter para saber exactamente que nos parece interesante a cada uno de sus millones de usuarios? Es sencillo, y también estremecedor: estudian las preferencias de cada uno de nosotros.

Los algoritmos que devuelven contenidos en base las acciones anteriores de los usuarios ya fueron cuestionados por generar nichos de opinión. Si alguien piensa de determinada forma sobre un tema, las redes sociales lo detectan y solo le muestran posteos afines; así una red que debería servir para intercambiar ideas solo separa a quienes piensan distinto.

Pero hay otra consecuencia aún más dramática de la fría aplicación de los algoritmos en las redes sociales: también generan nichos de estados emocionales. Las personas que por cualquier motivo se sienten tristes, deprimidas, enojadas con sí mismas o con la vida, no solo tienen herramientas para encontrar a otras personas con sentimientos similares, sino que los algoritmos, prácticamente, los inducen a hacerlo.

Esto es lo que descubrió Ian Russell de la forma más trágica y después de muchas noches de insomnio. Y lo resumió con una frase contundente y muy clara: "Instagram ayudó a matar a mi hija".

El padre de Molly, una niña de 14 años, llegó a esta conclusión luego del suicidio de su hija y de una exploración personal sobre los últimos pasos de la niña en las redes sociales. Descubrió que pese a las promesas de quienes administran estas plataformas en cuanto a remover el “contenido inadecuado”, las redes están plagadas de este tipo de mensajes y los algoritmos no solo facilitan su búsqueda sino que los traen automáticamente a los usuarios para quienes representan mayor peligro.

Seguramente los millones de chicos tristes o deprimidos que usan a diario las redes sociales, tienen sus propios problemas en el mundo real, como también los habrá tenido Molly, pero recibir e intercambiar mensajes desmoralizantes o desesperanzadores, no es de ninguna ayuda.

¿Qué podemos hacer? Las redes sociales llegaron para quedarse y, aunque sus administradores sigan prometiendo remover el contenido inadecuado, lo cierto es que esto no sucede. Prohibir a los adolescentes comunicarse con sus pares es prácticamente imposible y aunque se hiciera, sería contraproducente. ¿Entonces, qué hacemos?

Por empezar tomemos consciencia de que los nichos de estados emocionales existen y que son potencialmente peligrosos, ya que a las personas de cualquier edad que sufren depresión o son vulnerables a sufrirla, recibir continuamente mensajes pesimistas o con una visión fatalista de la realidad en sus redes sociales, aunque estos no propongan explícitamente la muerte, puede llevarlos a la ideación suicida.

A partir de allí, no nos prestemos a este juego, busquemos activamente contenidos más positivos; y, sin dejar de respetar la libertad y la intimidad del otro, construyamos vínculos de confianza mutua con nuestros hijos, alumnos o amigos para ayudarlos a cuidarse de estos peligros y para que encuentren canales alternativos donde expresar lo que les pasa. En la época en que las redes sociales nos ofrecen comunicación instantánea a la distancia debemos estar más cerca que nunca unos de otros y defender mejor aún los valores positivos que nos unen a la vida.

Ver también:

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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