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La trampa del “me gusta”


Como un botón alentador en las redes sociales puede generar en los adolescentes ansiedad, depresión y pensamientos suicidas.

Siempre hubo adolescentes más simpáticos o seductores que otros. La diferencia es que esa competencia por la popularidad que antes ocurría en determinadas situaciones acotadas en el tiempo y el espacio, ahora ocurre continuamente y en todo lugar gracias a las redes sociales.

Lo que todos los adolescentes buscan es la aprobación de sus pares; por eso, un “me gusta” en un posteo o un comentario positivo generalmente es motivo de alegría. En eso no son diferentes la comunicación virtual y la tradicional, pero la omnipresencia de la primera hace una diferencia de grado no menor.

Laura Jurkowski nos habla del síndrome “like me” en el que quedan atrapados muchos adolescentes que buscan continuamente que sus posteos gusten más, lo que les genera niveles crecientes de ansiedad y algunas veces depresión. Como siempre ocurre, estos problemas afectan más a aquellos adolescentes vulnerables que están atravesando situaciones difíciles.

Todo comienza con un posteo inocente, un me gusta o un comentario positivo que genera cierta satisfacción, luego otro y otro; pero pronto lo que es un juego se convierte en una necesidad, el adolescente busca activamente recibir cada vez mayor aprobación y cuando no lo consigue se frustra y puede interpretar la indiferencia de las redes como una falla personal. Esto, sumado a otras frustraciones puede llevar a la depresión o acentuar un cuadro preexistente y en casos registrados hasta generar pensamientos suicidas.

El síndrome o complejo “like me” se suma a otros peligros para los adolescentes en las redes sociales, como los grupos que transmiten mensajes negativos o desesperanzadores, aquellos que directamente incitan a la autolesión o el suicidio, y el bullying o acoso por medio de las redes (ciberbullying). De hecho, en el mismo artículo se señala que en el año 2012 aumentaron los índices de ansiedad, depresión y autolesiones en adolescentes de E.E.U.U. e Inglaterra y esto se correlaciona con el uso masivo de teléfonos inteligentes.

La historia nunca retrocede. Sería impensable prohibir a los adolescentes el uso de los teléfonos celulares, tarde o temprano la tecnología disponible se impone, como ocurrió con la radio, la televisión o la computadora. En lugar de pensar en prohibiciones deberíamos pensar en acuerdos y estrategias para aprovechar todos los aspectos positivos de las nuevas tecnologías digitales minimizando sus riesgos.

El secreto, como siempre, está en el diálogo. Debemos asegurarnos de que nuestros hijos se sientan queridos y aceptados en su vida real para que puedan desarrollar en ella su autoestima y no tengan necesidad de buscarla en el ciberespacio. Debemos, además, cultivar vínculos sólidos de confianza mutua, donde las pequeñas cosas o los más leves problemas aseguren que cuando surjan problemas importantes, puedan recurrir a nosotros.

Los teléfonos inteligentes y las redes sociales agregan una nueva dimensión a la vida de todos nosotros. Una puerta que se abre a un mundo que no es el real, pero es un reflejo del mismo, donde podemos encontrar todo el bien y todo el mal, todas las oportunidades y todos los peligros. Debemos aprender y enseñarles a nuestros hijos a moverse sin miedo en esta nueva dimensión y saber que la seguridad en el ciberespacio solo puede fundarse en la solidez de nuestros vínculos reales.

Si se siente particularmente afectado por alguna de las cuestiones tratadas en esta nota, y cree que necesita hablar con alguien sobre ello, no dude en llamar a nuestra Línea de Asistencia al Suicida.

 

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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