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El derecho a morir y el derecho a vivir


El mes pasado, un fallo de la justicia alemana declaró inconstitucional una ley que prohibía a médicos y a asociaciones ayudar a las personas que se quieren suicidar a cumplir sus planes. La decisión del tribunal se basó en la protección de la libertad de las personas a decidir sobre el fin de su propia vida y en su derecho a acceder a una muerte en condiciones “dignas” en caso de que quieran hacerlo.



Este fallo renueva el debate entre los defensores de la vida y los defensores de las libertades individuales; sin embargo, ambas posiciones no son necesariamente antagónicas. Puertas adentro de las organizaciones que trabajan en la prevención del suicidio existe diversidad de opiniones como en todas las instituciones. En general, nuestra tarea está más orientada a trabajar desde el deseo de vivir que a prohibir o dificultar el acceso a medios para morir. No se trata de obligar a las personas a que vivan sino a brindarles la oportunidad de que se conecten con sus propias ganas de vivir. Eso no puede ser contrario a las libertades individuales.


Por otro lado, y aun reconociendo al suicidio es como un derecho natural, desde que poseemos los medios y a veces la voluntad para llevarlo a cabo; nos preguntamos si proveer elementos artificiales como, por ejemplo, drogas específicas para morir sin riesgos y sin dolor, puede entenderse como la defensa de un derecho natural. La naturaleza nos protege con el instinto de supervivencia pero también con la aversión al riesgo y al dolor. Facilitar el camino, suministrando medios para morir seguros e incruentos, claramente, allana la decisión de quienes piensan en el suicidio y altera el natural desarrollo de los hechos. En el mismo sentido, la publicidad pro-suicidio que realizan las empresas que lucran con la muerte tampoco puede considerarse una defensa de las libertades individuales sino todo lo contrario.


También cabría preguntarse si los estados que defienden con tanto énfasis el derecho a morir ponen el mismo empeño en defender el derecho a vivir. ¿Promueven sociedades inclusivas donde las minorías puedan sentirse a gusto? ¿Proveen asistencia social efectiva a personas que la necesitan? ¿Suministran asistencia humana y profesional accesible a personas que han sufrido traumas o que padecen enfermedades físicas o mentales? ¿Brindan contención emocional a todos los ciudadanos? No somos contrarios a las libertades individuales, pero entendemos que la muerte es la clausura de todas las libertades y otorgar la oportunidad de una vida próspera, segura y productiva como miembro aceptado de una comunidad es el inicio.


El derecho a morir y el derecho a vivir no se excluyen mutuamente. Precisamente, el hecho de que no estemos obligados a continuar con la propia vida es lo que valoriza nuestra decisión de vivir. Es por eso que, desde nuestra Línea de Asistencia al Suicida, no cuestionamos ni censuramos los pensamientos o sentimientos de los consultantes respecto de la muerte; los escuchamos, los contenemos, reflexionamos juntos sobre alternativas de vida y sobre sus deseos, tal vez tenues pero siempre presentes, de seguir viviendo.

 

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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