La reciente aprobación de la ley de eutanasia por parte del congreso Español convierte a ese país en el sexto del mundo que consagra por ley el derecho a morir, y reabre la polémica social no solo en España sino en el mundo entero.
Las opiniones están divididas y las posturas de cada parte son difícilmente cuestionables porque se basan en creencias personales. Lo cierto es que en España, un país tradicionalmente católico, el caso de Ramón Sampedro que alcanzó notoriedad pública en la década de los ‘90 y otros posteriores impactaron en la opinión pública de tal forma que hoy el apoyo a la eutanasia es ampliamente mayoritario.
El debate que se instaló en la sociedad se refleja también puertas adentro de las asociaciones que se dedican a la prevención del suicidio. El Centro de Asistencia al Suicida, en particular, se presentó siempre como una asociación no religiosa y no política respetuosa de todos los credos e ideologías. Por eso, la pregunta que nos debemos formular no es si estamos de acuerdo o no con la medida, eso es una cuestión individual, sino si la eutanasia es o no contraria a nuestra prédica o a nuestras prácticas.
En principio, la prevención del suicidio, como se entiende actualmente, no pasa por evitar que las personas se suiciden sino por brindarles la posibilidad de que elijan seguir viviendo. No se trata de restringir libertades sino de ampliarlas. La libertad es siempre libertad de elección; para ejercerla es necesario contar con opciones disponibles y la tranquilidad emocional que se requiere para elegir. Las personas que intentan suicidarse casi nunca cuentan con ninguna de estas condiciones; suelen estar en un estado emocional que les produce confusión y piensan que la muerte es su única opción. Por eso, la prevención primaria del suicidio busca promover las habilidades sociales, valores y actitudes necesarios para que las personas puedan afrontar las vicisitudes de sus vidas sin llegar a estas situaciones de encierro en que una elección libre no es posible; y la prevención secundaria del suicidio busca asistir a las personas para que desde la escucha, la contención y el acompañamiento en la reflexión puedan encontrar alternativas en sus propias vidas.
Como vemos, aunque las posturas parezcan irreconciliables, no lo son. Los partidarios de la eutanasia dicen defender las libertades individuales y quienes trabajamos en la prevención del suicidio también. Entender esto es importante para no generar falsas antinomias. Más allá de las posturas que cada uno pueda tener, que por supuesto son respetables, lo fundamental es entender que la prevención del suicidio no es por principio contraria a los movimientos por el derecho a morir que están surgiendo en todo el mundo. Por el contrario, podrían incluso complementarse: Para que el derecho a morir pueda reclamarse como tal y no se confunda con una condena social encubierta es necesario que las alternativas de vida estén disponibles y accesibles para todas las personas, más allá de las circunstancias particulares en las que les toque vivir; de esto mismo se trata la prevención del suicidio. Para que cada persona pueda sentirse dueña de su propia vida, debemos garantizar primero el derecho a la vida, a una vida que valga la pena vivirla, y esto también es prevención del suicidio.
Por supuesto, son dignas de respeto tanto las opiniones particulares en favor de la eutanasia que en muchos países del mundo se están volviendo mayoritarias como la decisión del congreso Español y de otros países que sancionan leyes en representación de esas voluntades. Sin embargo, no está demás insistir en que, con ley o sin ella, estemos de uno o del otro lado en el debate, debemos seguir luchando en defensa de la vida, porque sólo desde la vida podemos ejercer nuestras libertades.
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.
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