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Hablar de lo que nos pasa es necesario para prevenir el suicidio


Nos acercamos al día mundial para la prevención del suicidio, una fecha que la Organización Mundial de la Salud instituyó para concientizar a la población sobre la gravedad de este flagelo y para difundir las acciones necesarias para prevenirlo. Es también tiempo propicio para que desde las asociaciones que nos dedicamos a la prevención del suicidio hagamos un balance sobre lo que ya se logró en este sentido y el camino que nos queda por andar. Hace unos años, Andoni Anseán, presidente de la Sociedad Española de Suicidología, lo expresó en forma categórica: “Sabemos cómo prevenir el suicidio, pero no lo hacemos”, Se refería al contraste entre lo que se conoce sobre prevención del suicidio y algunas prácticas sociales que parecieran ir en sentido contrario.

Por una parte, los profesionales concuerdan en que hablar de lo que nos pasa, incluso de las fantasías de muerte o pensamientos suicidas, salva vidas. Pero, al mismo tiempo, nuestra cultura, nuestro sistema educativo y nuestros medios de comunicación nos dicen que de ciertas cosas no se habla. El resultado es que muchas personas con fantasías de muerte o pensamientos suicidas deciden ocultarlos para no ser catalogados como débiles, inestables o locos.

Sabemos cómo prevenir el suicidio. La experiencia de cientos de asociaciones alrededor del mundo y los testimonios de sobrevivientes lo demuestran. Ellos nos dicen que lo que los salvo de cometer suicidio en un momento desesperado de sus vidas fue la escucha atenta, respetuosa y contenedora, que no juzga ni intenta imponer soluciones, y que se orienta a acompañar en la reflexión y en la búsqueda de alternativas. Esa práctica que en el Centro de Asistencia al Suicida llamamos “asistencia” pero que es tan primitiva como el amor mismo.

Sin embargo, para que la asistencia sea posible hace falta un paso previo: romper el silencio, que las personas se animen a contar lo que les pasa en relación a sus pensamientos suicidas. Y para que esto sea posible debemos vencer el estigma cultural que tantas veces se impone como un mandato de silencio.

Digámoslo claramente: Quien piensa en el suicidio no está loco; más de la mitad de los suicidas no tiene diagnóstico de enfermedad mental. Quien piensa en el suicidio no es débil; cualquier persona puede pasar por un momento de debilidad en el que siente que sus problemas la superan y llegar a pensar en el suicidio, y esto no habla de su fortaleza en otras circunstancias. Quien piensa en el suicidio no es inestable; personas con vidas ordenadas y estables también pueden pensar en el suicidio ante circunstancias límite. A todos nos puede pasar; y no es malo que nos pase. Lo malo es que no lo podamos hablar por temor al rechazo social, ya que al callarlo nos privamos de la posibilidad de pedir ayuda cuando más la necesitamos.

La cultura de la estigmatización del pensamiento suicida debe cambiar. Y puede cambiar. Quienes tenemos más de cinco décadas de edad nacimos en un mundo donde muchas personas ocultaban su orientación sexual por miedo al desprecio, donde algunos padres dejaban en casa a sus hijos discapacitados privándolos de la necesaria integración social, donde las mujeres golpeadas ocultaban sus moretones y su martirio. Algo de todo esto subsiste todavía pero no se puede negar que el mundo cambió en muchos aspectos. Vivimos una época más luminosa, hoy podemos echar luz sobre muchos conflictos que antes ocultábamos. ¿Por qué no podríamos hablar también de lo que nos pasa en relación a nuestros pensamientos suicidas?

Sabemos cómo prevenir el suicidio. Y no creo que sea del todo cierto que no lo hacemos. Los miles de llamados que recibimos cada año en nuestra Línea de Asistencia al Suicida y los cientos de miles de personas que visitan nuestro sitio web de Prevención del Suicidio demuestran que algo está cambiando. Pero podemos hacer más y hacerlo mejor. Podríamos hablar de los pensamientos suicidas con más naturalidad, como algo que le puede suceder a cualquiera. Podríamos invitar a otros a que nos hablen de lo que les pasa sin menospreciarlos, sin juzgarlos y sin decirles lo que tienen que hacer. Podríamos observar a nuestros seres queridos y a nuestras relaciones cercanas, ocuparnos de ellos y cuando notamos algo diferente preguntarles que les anda pasando. La cultura la construimos entre todos, y si cada uno deja de estigmatizar a las personas con pensamientos suicidas pronto viviremos en un mundo más libre y con más oportunidades para aquellos que en un momento difícil de sus vidas necesiten pedir ayuda.

Si usted o algún familiar, amigo o allegado suyo están sufriendo ideación suicida no dude en buscar ayuda, háblelo con un amigo, un profesional, un religioso, o un voluntario de nuestra Línea de Asistencia al Suicida. Hablar salva vidas.

 

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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