Las imágenes y videos explícitos sobre el suicidio que llegan por cualquier medio a la comunidad tienen la potencialidad de producir más muertes a causa de suicidio, o al menos, angustia y perturbación en muchas personas sensibles o que están atravesando circunstancias difíciles en sus vidas; por ello, la OMS, el Ministerio de Salud y las organizaciones que nos dedicamos a la prevención del suicidio recomendamos a los medios de masivos de comunicación no difundirlas.
Debemos reconocer que, salvo algunas excepciones, muchos medios actúan responsablemente en este sentido; sin embargo, la aparición y el uso masivo de las redes sociales representa un nuevo desafío. Las personas ya no solo reciben información de los medios formales con políticas editoriales y responsables a cargo, hoy en día la información se comparte en forma directa, de persona a persona, por lo que todos y cada uno debemos asumir la responsabilidad de lo que compartimos.
La semana pasada, frente a un nuevo caso de suicidio cuyo video se viralizó, la psicóloga Alejandra Rossi, en una entrevista para La Vos, explicó nuevamente y con claridad por qué no debemos compartir este tipo de videos o imágenes; no obstante, frente a la recurrencia de este comportamiento social y los daños potenciales para las personas en crisis o con pensamientos suicidas, creemos que es necesario insistir sobre el tema.
Las preguntas básicas que nos debemos hacer son:
1- ¿Qué le ocurre a las personas sensibles o que circunstancialmente atraviesan una crisis emocional con fantasías de muerte o ideación suicida al recibir una de estas imágenes o videos?
2- ¿Por qué los seguimos compartiendo?
Y para ambas preguntas los psicólogos nos dan respuestas muy claras:
En el primer caso nos hablan de los fenómenos de identificación e imitación. Paradójicamente, para el psicoanálisis la identificación es un mecanismo de protección. La persona con pensamientos suicidas suele sentirse sola, se encuentra desbordada por emociones fuertísimas que tal vez nunca antes experimentó y llega a creer que solo a él o a ella le ocurren esas cosas; saber que alguien más sintió cosas parecidas podría implicar cierto alivio temporario. Querrá saber más y muy probablemente encuentre otros paralelismos entre su historia y la de la otra persona que sufrió un intento de suicidio, y estas similitudes pueden llevarlo a naturalizar y justificar sus propias intenciones suicidas.
La imitación es un mecanismo de aprendizaje que nos permite hacer cosas que nunca antes habíamos hecho basándonos en la observación de otros. Es muy útil en otros aspectos de nuestras vidas y muy peligrosa frente a conductas suicidas. La imitación permite a la persona con pensamientos suicidas acelerar su proceso suicida resolviendo muchas cuestiones de índole práctico. De hecho, cada vez que se hacen públicas imágenes explícitas de suicidio no solo aumentan los casos sino que las metodologías utilizadas tienden a guardar similitud con el caso publicado.
Desde ya que estos riesgos solo afectan a personas con fantasías de muerte o pensamientos suicidas previos, pero las personas en esta situación son muchísimas, más de lo que imaginamos, y la experiencia indica que la mayoría de ellas logra superar sus crisis sin llegar a intentos de suicidio. Precipitar su proceso suicida mediante imágenes perturbadoras podría privarlos de que encuentren recursos para su recuperación.
¿Por qué lo hacemos entonces? Una respuesta podría ser el desconocimiento. Conocer las posibles consecuencias de nuestros actos puede ayudarnos a tomar mejores decisiones; por eso desde estas páginas tratamos de ser claros y advertir qué podría pasar cuando compartimos imágenes explícitas sobre el suicidio.
Pero aun así, pareciera que existe una tendencia innata que nos impulsa a mirar y compartir este tipo de imágenes. La naturaleza nos preparó para prestar atención al peligro y advertir de su presencia al grupo. Todos los animales gregarios lo hacen. Compartir una imagen explícita de un suicidio o de cualquier evento que implique algo que no quisiéramos nos ocurra a nosotros o a los nuestros podría implicar la intención consciente o inconsciente de protegernos y proteger al resto. Es como gritar: “¡Cuidado, esto puede ocurrir!”. Y sin embargo, como explicamos antes, el efecto que produce es el contrario: lejos de proteger a otros en realidad aumenta el riesgo de muchos.
Por eso, para cumplir mejor nuestra intención natural de cuidarnos y cuidar a otros, le pedimos que, la próxima vez que reciba un mensaje con imágenes explícitas sobre el suicidio u otras temáticas perturbadoras, resista su primer impulso y NO LO COMPARTA.
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